Supongo que si entro a sus casas sin permiso y les contradigo sus opiniones, cabría sugerir imprudencia de mi parte. Pero si entramos todos a una conferencia pública donde se desarrolla un debate, quienes estarían fuera de lugar serían quienes consideran que no se puede disentir.
Pongamos otro ejemplo:
Orador: “Bueno amigos, gracias por su asistencia a este debate, por favor me gustaría escuchar sus opiniones tanto a favor como en contra de la existencia de Don Romualdo el Candido. Yo en lo personal considero que NO hay mucho a favor de su existencia.”
A: “Yo si creo en Don Romualdo, la historia lo reconoce y además mi tío habló con él hace cinco años. Y el historiador que yo conozco dice que sí existió.”
B: ”Yo también estoy seguro de que existió pero ayer pregunté a mi maestro y me dijo que es una leyenda, que no existió. Pero yo si creo.”
N: “Yo estoy de acuerdo en que no existió, realmente es un mito que nació de un evento parcialmente real pero que fué distorsionado por ciertos intereses. Los historiadores de la Academia Oficial están de acuerdo en ello y han escrito con detalle sobre el nacimiento de la leyenda”.
A: ”Estás malinformado, ¿acaso crees que no sé lo que digo?
C: ”Y además, quién eres para venir a decirnos que no existió Don Romualdo. Y tus formas no son correctas, seguro que te paga la Academia de Historia”.
N: ”Lo siento pero nadie me paga, participo aunque sé que no gustarán mis opiniones, pero concéntrense en los argumentos que es lo que yo hago, si entran a la conferencia acepten que otros opinen diferente.”
Entra un espontáneo a la reunión, que no ha participado en el debate y a salvo de cualquier clase de trato a opinar sobre las formas, justo ya cuando nos estamos retirando, algunos ya se han ido y se han calmado los ánimos.
S: “N, creo que A y B y C tienen sentimientos, en las conferencias-debate no se les contradice sus creencias personales ni se les pide argumentos cuando están sensibles”.
N: “Pues yo creo que las tesis históricas pueden cuestionarse en estos eventos justamente; si no aquí, ¿dónde?, y además se trata de cosas que nos afectan a todos, la existencia de Don Romualdo es un tema de interés general. Y justamente en los días pasados se votó en Inglaterra para prohibir la existencia de un personaje muy popular: “Don Homeotásito el azucaroso”. Todos los días se "hieren los sentimientos" de las personas. Y es necesario tomar en cuenta que a su vez “A” si gusta de cuestionar a personajes heróicos como “Don Siigismundo el Diarreico”. ¿Por qué no tiene delicadeza para respetar los sentimientos de los demás?. Pero en fín, señor orador, por favor no vuelva a invitarnos a estos debates.”
D: “Perdón, yo sólo quiero decir que pregunté a mi maestro y me dijo que no existió Don Romualdo.”
A: “Pues para mí si hay argumentos de que existe y para mí es suficiente.”
N: “En realidad sí tomo en cuenta su sensibilidad, ni es mi intención herir. Temas más delicados trato de evitarlos y hasta me abstengo de participar.”
A, B, y S: "Pues más te vale".